martes, 22 de abril de 2008

PROFUNDIZANDO EN EL SERVICIO: PILAR DEL PROGRAMA DE PASTORAL

En estas entregas iremos profundizando en los distintos pilares que tiene el programa de pastoral....
Bloque I: EL REINO DE DIOS COMO FUNDAMENTO
DE NUESTRO SERVICIO

OBJETIVOS

· Redescubrir el servicio desde una mirada pastoral en la clave del Reino de Dios.
· Celebrar como comunidad de formadores la presencia de Jesús, el gran Servidor del Reino, en medio de las y los jóvenes.


1. 1. NOS CONOCEMOS...

1.1.1. Reunidos en el salón de plenarios, se invita a los formadores a presentarse con la dinámica “Avisos clasificados”

1.1.2. Luego se los invitará a expresar sus expectativas sobre el curso a través del siguiente ejercicio: Imaginarse el regreso a su comunidad y transmitir a los animadores, los responsables de la Pastoral de Juventud, a la propia familia, al grupo juvenil aquellas cosas significativas que aprendieron durante el curso. Divididos en grupos realizaran una representación compartiendo lo reflexionado. Los capacitadores retomaran las ideas o contenidos fundamentales que surgen de las representaciones.

1. 2. JESÚS Y EL REINO DE DIOS

1.2.1. Se invitará a los formadores a pasar a un lugar donde encontrarán sobre el suelo, separados unos de otros, distintos objetos (una red, una lámpara, semillas y cofre) al lado de cada uno habrá una vela encendida y debajo de la misma, un sobre con el texto de la Palabra de Dios que corresponde a ese signo y las preguntas para la reflexión. Con una música suave de fondo se invita a los formadores a caminar entre los objetos y elegir uno de ellos, quedándose parado alrededor del que les resulte más significativo. Una vez conformados los grupos, en torno al objeto, se los invita a tomar asiento en ese lugar.

1.2.2. Se lanzará la primera pregunta motivadora: ¿por qué elegí este signo y qué relación tiene con mi vida y mi práctica pastoral? y espontáneamente se comparte en los grupos.

1.2.3. Una vez compartido en los grupos esta primera pregunta, el capacitador invita a reflexionar sobre la dinámica del Reino desde la perspectiva de los Evangelios. Cada grupo tomará el sobre que se encuentra debajo de la vela, y leerá el texto de la Palabra de Dios.

1. 3. LA IGLESIA SERVIDORA DEL REINO

1.3.1. Reunidos en el salón de plenarios, cada participante recibirá un pedazo de papel, de diversos colores y formas, que contendrán fragmentos de un texto. Se invitará a los formadores a encontrarse por colores y entre todos reconstruir el mensaje contenido en este rompecabezas. Los textos propuestos pertenecen al magisterio de la Iglesia.

1.3.2. Una vez que cada grupo compartió el texto se invita, por un lado a que se relaciones con el texto del Evangelio que les toco en el primer momento del bloque a cada uno y por otro, a contestar entre todos las siguientes preguntas:
· ¿Que luz nueva aporta este texto a la practica pastoral compartida?
· ¿Cómo desafía este texto a mi experiencia como formador o formadora de jóvenes animadores de Pastoral de Juventud?
· ¿Qué nuevas ideas sobre el Reino surgen de la reflexión grupal? (expresarlo en pequeñas frases)

1.3.3. A modo de síntesis realizaremos un mural entre todos, donde cada grupo escribirá las ideas que descubrió. Este mural quedara en nuestro salón de plenarios como gran telón de fondo de nuestro módulo de Animar en el Servicio.



1. 4. PROYECTO DE VIDA Y REINO DE DIOS

1.4.1. A cada uno se les entregará una hoja con la Técnica del árbol. Esta técnica es una herramienta que ayuda a describirse y a compartir más elementos de la propia realidad personal y pastoral. Tendrán 10 minutos para realizarla. Cada elemento que compone el árbol apuntan a una dimensión distinta y las siguientes preguntas nos ayudaran en la reflexión:

Raíces (aquellas cosas que nos alimentan, que hablan de nuestros orígenes y que forman parte de lo más profundo de nuestra identidad)
ü ¿Cuáles son las personas y experiencias que constituyen en mi vida mis raíces? ¿Desde donde me nutro y me alimento? ¿De qué manera han influido mis raíces en mi experiencia pastoral?
Tronco (aquellos elementos que nos constituyen como personas con una identidad particular (carácter, gustos, habilidades, etc.)
ü ¿Qué rasgos de mi identidad constituyen mi tronco? ¿Qué actitudes vitales me sostienen y me hacen ser única o único?
Ramas (aquellos espacios que nos dan la posibilidad de conocer, vincularnos y compartir con otros)
ü ¿Dónde están mis ramas, desde las cuales me relaciono con los demás? ¿Con quiénes comparto la vida, a quienes siento mis hermanas y mis hermanos? En esto de las ramas te invitamos a compartir luego, en la celebración, aquellas cosas que hayas traído que simbolizan tu realidad y tu trabajo pastoral en tu lugar de origen (una remera, unas fotos, un objeto...)
Flores y Frutos (aquellos gestos o acciones que expresan en el mundo nuestra opción de vida (entorno familiar, trabajo, estudio, barrio, etc.)
ü ¿Qué actividades, proyectos, iniciativas y actitudes expresan en el mundo mis opciones? ¿Qué proyectos ya se están realizando con las jóvenes y los jóvenes de mi lugar?



LA INVITACIÓN AL REINO
Comunidades AdsisS.
Chile 1997.

¿Por qué hemos venido estos días aquí? ¿Por qué estamos en el grupo? ¿Por qué un día acudimos a la parroquia, al grupo de jóvenes, al equipo diocesano, y por qué permanecimos allí?

Hay muchas razones que se nos pueden ocurrir para ello. Hoy queremos descubrir que, en cada una de ellas, hay una invitación del Señor. ¿Cómo nos invitó a cada uno? ¿Qué fue lo que nos sedujo? ¿Cuál fue la búsqueda que nos trajo aquí?
Recuérdenlo un momento. ¿Qué buscaban al principio? ¿Qué buscan ahora?

El lema de hoy es que el Señor me ha hecho una invitación y una llamada. Tiene una invitación para mí, concreta y definida, que ha conectado en uno u otro punto con nuestras búsquedas personales. Ha resonado en nuestro interior, ha tocado alguna cuerda de nuestro ser. A partir de esa sintonía inicial, el Señor nos ha ido presentando su propuesta, su única propuesta: el Reino. Hoy vamos a recordarla, a poner el corazón de nuevo en ello, porque este es el punto de partida: la invitación, la propuesta y el proyecto que el Señor nos presenta.

Vamos a comenzar por el principio. Vamos a centrarnos en los evangelios y a buscar en ellos esa invitación que Jesús nos trae. Cuando apresaron a Juan Bautista, Jesús comenzó a proclamar la Buena Noticia. Y el núcleo de lo que anunciaba era esto: “El Reino de Dios ha llegado”.

I - ¿QUÉ ES ESTO DEL REINO DE DIOS?

Para nosotros no está claro a qué se refería Jesús cuando hablaba del Reino, aunque pudiera parecernos que sí porque lo hemos oído muchas veces. Pero, para los oyentes de Jesús, aquello era un mensaje claro y definido. Para los judíos, el Reino de Dios era una expresión que condensaba la promesa que Dios había hecho a Abraham, la alianza hecha con Moisés, la tierra prometida, la esperanza que anunciaban los profetas: un mundo en el que Dios es Rey. “Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios”.

Aclaremos términos. Que Dios reine, para los judíos, quiere decir que se haga la voluntad de Dios, el plan que Dios tiene para los seres humanos y para el mundo. Una cosa que parece que nos salta a la vista es que el mundo y la sociedad en la que vivimos tiene muchas cosas que “no están bien”, muchas situaciones de dolor, muchas situaciones de injusticia que provocan dolor y sufrimiento. Muchas situaciones que nos parece que no pueden entrar en el plan de un Dios justo y bueno. Que se haga la voluntad de Dios en el mundo es que los hombres y las mujeres puedan vivir y crecer libres y hermanos, que se haga justicia, entendiendo la justicia como la entendían los judíos, como la defensa de los más débiles, de los indefensos, de los pobres, de los que sufren. Por ello, que llegue el Reino de Dios es una Buena Noticia, la Buena Noticia por excelencia, especialmente para los que sufren.

Esa es la Buena Noticia que Jesús quiere decirnos hoy, también, a nosotros: se ha cumplido el plazo, ha llegado el Reino de Dios. Cuando Jesús llegó, se cumplió el plazo para la humanidad. Hoy, para ti, si te encuentras con Jesús y su propuesta, se ha cumplido el plazo, ha llegado el Reino de Dios.

Esa Buena Noticia tiene una consecuencia. Si la aceptamos, no podemos quedarnos como si nada hubiera pasado. Si nos lo creemos, si creemos realmente que el Reino de Dios ha llegado, esta noticia ha de provocar en nosotros un cambio, una conversión. No es posible recibir una noticia así y segur viviendo como antes. Si es una Buena Noticia para mí, si conecta con mis búsquedas, si capto que conecta con lo que yo busco y espero, con lo más profundo de mi corazón, me va a cambiar toda la vida. Muchas cosas van a dejar de tener importancia, y este Reino de Dios, si quiero, se va a ir convirtiendo poco a poco en el centro y la razón de mi vida. Eso le pasó a Jesús, y eso les ha pasado a todos los que han querido seguir a Jesús desde entonces.

Hoy nos dedicaremos a escuchar lo que Jesús nos dice del Reino. A escudriñar en el proyecto de Jesús, en el proyecto de Dios. Partiendo de la Palabra del mismo Jesús en el Evangelio, la fuente más fresca y más directa de El. Porque en toda su vida, Jesús no hizo más que anunciar e inaugurar el Reino. Ese fue todo el sentido de su vida, de su trabajo, de sus esfuerzos, ese fue el sentido de su muerte y su Resurrección. Esa es la palabra y el anuncio que quiere hacernos hoy. El Reino de Dios ha llegado a nosotros.

2. CÓMO ES EL REINO DE DIOS.

Hemos ido buscando y descubriendo características de este Reino que Jesús anuncia. Intentemos resumirlas ahora:

Ante todo, y en primer lugar, el Reino es una Buena Noticia. La mejor noticia que podíamos esperar. Es un tesoro, que puede hacernos renunciar a todo lo demás, porque supera todas nuestras esperanzas. Es un banquete, una fiesta a la que somos invitados. La fiesta, el banquete, el tesoro, la perla preciosa, expresiones de plenitud y felicidad. No es en absoluto en primer lugar una exigencia, algo pesado, un castigo, una lata, un deber. Uno no va a una fiesta porque debe, no acepta un
· como una carga. Uno no se juega la vida porque sea bueno, sino porque ha descubierto un tesoro, algo tan valioso que merece la pena jugarse la vida y dejar todo lo demás por ello. Entendemos muy mal cuando creemos que seguimos a Jesús porque somos buenos. Si seguimos a Jesús y si nos introducimos en el proyecto del Reino, es porque es una buena noticia que nos llena de alegría.

Mt 13, 44-46. (El tesoro, la perla)
Lc 14, 14-24. (Los invitados que se excusan).
Jn 15, 11 (La alegría)

· Como tesoro y fiesta, es un regalo de Dios. Dios nos regala su Reino. Es más, se lo regala especialmente a los pobres y sencillos, a los que sufren, a los necesitados. Porque esos son los que más esperan buenas noticias, los que reconocen que las necesitan y por eso están dispuestos a aceptarlas. Los ricos, los que tienen todo, los que están tan apegados a sí mismos, es difícil que acepten regalos, “están llenos”, hay que vaciarse de uno mismo para poder acoger un regalo como este. Es una invitación: los regalos no se imponen, a las fiestas se invita. Dios se nos propone: si quieres... Nos propone su proyecto con discreción, respetando nuestra libertad, porque es un proyecto de libertad. Lo ofrece a todos, pero no todos lo aceptan.

Lc 10, 21-24. (Jesús da gracias)
Lc 12, 22-31. (No se inquieten...)

· Este regalo está especialmente dirigido a los pobres y a los pequeños. Todos los signos que Jesús hace del Reino apuntan en esa dirección. Ellos son los destinatarios preferentes del Reino, porque son los que lo esperan, los que lo necesitan.

Mc 2, 17.

· El Reino es también algo ante lo que hay que tomar postura. Ante la invitación, es preciso decir sí o no con radicalidad. Se plantea como globalizante, centro de la vida, imposible de conciliar con nuestros proyectos parciales. Lo que hacemos y vivimos, o construye Reino, nos incorpora a él, o lo “destruye” y lo aleja. No se puede servir a Dios y al dinero, no se puede acogerlo “sólo hasta aquí”. Es un proyecto globalizante ante el que nadie puede quedar indiferente, aunque lo pretenda, y, por ello, provoca conflictos. Toca lo más central del corazón del hombre, y por ello, le sitúa ante la necesidad de tomar opciones.
Lc 11, 20-23 (con Jesús o contra El).
Mt, 11, 1-6 (explicación a Juan).
Mt 13, 1-23 (el sembrador)

· Por eso mismo, el Reino es un regalo, pero también una realidad exigente. Es necesario estar dispuestos a poner la vida en la construcción del Reino. Requiere actitudes de disponibilidad, apuesta, paciencia, pobreza, sencillez y humildad.

Lc 14, 25-35. (lo que cuesta seguir a Jesús).
Mt 19, 16-25 (el joven rico).

· Es, así, algo que se nos invita a disfrutar y a construir, una tarea. Algo en lo que “gastar” e invertir nuestros talentos, nuestras capacidades, que también son regalo de Dios. Que sólo producen en la medida en la que se ponen al servicio de los demás en la construcción del Reino. El Reino es una tarea que se nos ofrece para “completar” la creación de Dios, para participar en ella. No es algo a conquistar, sino a disfrutar y construir.

Mt 25, 1-13. (las vírgenes)
Mt 25, 14-28. (los talentos)
Mt 7, 21-27 (la casa edificada sobre roca)

· Es una semilla que va creciendo por sí sola. Tenemos que tener ojos para ver las señales del Reino en nuestra vida y a nuestro alrededor. Va creciendo lentamente, pero en la certeza de que dará fruto. Está ya entre nosotros, pero aún no en plenitud. Es preciso tener paciencia y confianza para permanecer cuando el fruto no es evidente.

Mt 13, 24-30 (el trigo y la hierba mala)
Mt 13, 31-34 (la mostaza y la levadura)
Mt 13, 47-52 (los peces).

· El Reino de Dios es el vuelco total de todos los valores. Es un camino por el que se nos invita a entrar de una forma sorprendente. El proyecto, el programa del Reino de Dios está detallado en las bienaventuranzas. Que son terriblemente sorprendentes. Nos han contado que para ser feliz es necesario tener, estar por encima, dominar, poder, ser servido... y las bienaventuranzas nos cuentan lo contrario. Es un camino que sólo se comprueba cuando se experimenta. El tema es si nos fiamos de Jesús lo suficiente y si estamos suficientemente desconfiados de las otras propuestas que encontramos como para jugárnosla en este camino y arriesgar ahí la vida.

Mt 5, 1-12.
Lc 6, 17-26.


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