Compartimos la cartilla de los jovenes de 15 a 17.....
PRIMER MARCHA: EL ESPIRITU SANTO Y NOSOTROS
Para compartir: ¿Quién es el Espíritu Santo? ¿Qué sabemos de él?
El verdadero protagonista de esta peregrinación y de toda la misión de la Iglesia y de los jóvenes es el Espíritu Santo. Hay que redescubrir en particular que el Espíritu Santo es como el “alma”, el respiro vital de la propia vida cristiana. Pero aquí surge naturalmente una pregunta: ¿Quién es para mí el Espíritu Santo? Para muchos cristianos sigue siendo el «gran desconocido».
En el credo rezamos: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo» Sí, el Espíritu Santo, Espíritu de amor del Padre y del Hijo, es Fuente de vida que nos santifica, «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5, 5).
La palabra Espíritu significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza la imagen sensible para contarle a Nicodemo la novedad del que es el Soplo de Dios, el Espíritu Divino. Jesús le llama el “Paráclito” (Jn 14,16.26) que significa “abogado, defensor”, “Espíritu de Verdad” (Jn 16,13). También San Pablo lo llama “el Espíritu de la promesa”, el espíritu de Adopción, el Espíritu de Cristo, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Dios.
Se lo simboliza con el agua, significando el agua del Bautismo por la que nacemos a la vida divina por la acción del Espíritu Santo. Además el Espíritu es el Agua Viva que brota de Cristo Crucificado.
También se usa el símbolo de la unción con el óleo (aceite consagrado) con el que somos ungidos en el día de nuestro Bautismo, Confirmación y los diáconos, sacerdotes y obispos el día de su Ordenación.
Otro signo es el fuego, que significa la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El día de Pentecostés el Espíritu descendió sobre María y los apóstoles en forma de lenguas de fuego. También se utilizan la nube, la luz, el sello, la paloma.
Pero no basta conocerlo; es necesario acogerlo como guía de nuestras almas, como el «Maestro interior» que nos introduce en el Misterio trinitario, porque sólo Él puede abrirnos a la fe y permitirnos vivirla cada día en plenitud. Él nos impulsa hacia los demás, enciende en nosotros el fuego del amor, nos hace misioneros de la caridad de Dios.
Para compartir: ¿qué cosas nuevas aprendimos sobre el Espíritu Santo? ¿Cómo es nuestra relación con él? ¿Le pedimos en nuestra oración al Padre que nos envíe el Espíritu Santo? O ¿sigue siendo para nosotros el gran desconocido?
Para compartir: ¿Quién es el Espíritu Santo? ¿Qué sabemos de él?
El verdadero protagonista de esta peregrinación y de toda la misión de la Iglesia y de los jóvenes es el Espíritu Santo. Hay que redescubrir en particular que el Espíritu Santo es como el “alma”, el respiro vital de la propia vida cristiana. Pero aquí surge naturalmente una pregunta: ¿Quién es para mí el Espíritu Santo? Para muchos cristianos sigue siendo el «gran desconocido».
En el credo rezamos: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo» Sí, el Espíritu Santo, Espíritu de amor del Padre y del Hijo, es Fuente de vida que nos santifica, «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5, 5).
La palabra Espíritu significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza la imagen sensible para contarle a Nicodemo la novedad del que es el Soplo de Dios, el Espíritu Divino. Jesús le llama el “Paráclito” (Jn 14,16.26) que significa “abogado, defensor”, “Espíritu de Verdad” (Jn 16,13). También San Pablo lo llama “el Espíritu de la promesa”, el espíritu de Adopción, el Espíritu de Cristo, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Dios.
Se lo simboliza con el agua, significando el agua del Bautismo por la que nacemos a la vida divina por la acción del Espíritu Santo. Además el Espíritu es el Agua Viva que brota de Cristo Crucificado.
También se usa el símbolo de la unción con el óleo (aceite consagrado) con el que somos ungidos en el día de nuestro Bautismo, Confirmación y los diáconos, sacerdotes y obispos el día de su Ordenación.
Otro signo es el fuego, que significa la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El día de Pentecostés el Espíritu descendió sobre María y los apóstoles en forma de lenguas de fuego. También se utilizan la nube, la luz, el sello, la paloma.
Pero no basta conocerlo; es necesario acogerlo como guía de nuestras almas, como el «Maestro interior» que nos introduce en el Misterio trinitario, porque sólo Él puede abrirnos a la fe y permitirnos vivirla cada día en plenitud. Él nos impulsa hacia los demás, enciende en nosotros el fuego del amor, nos hace misioneros de la caridad de Dios.
Para compartir: ¿qué cosas nuevas aprendimos sobre el Espíritu Santo? ¿Cómo es nuestra relación con él? ¿Le pedimos en nuestra oración al Padre que nos envíe el Espíritu Santo? O ¿sigue siendo para nosotros el gran desconocido?
SEGUNDA MARCHA: EL ESPÍRITU NOS HACE MISIONEROS Y PROTAGONISTAS….
Los Apóstoles eran en muchos aspectos personas ordinarias. Nadie podía decir de sí mismo que era el discípulo perfecto. No habían sido capaces de reconocer a Cristo (cf. Lc 24,13-32), tuvieron que avergonzarse de su propia ambición (cf. Lc 22,24-27) e incluso renegaron de él (cf. Lc 22,54-62). Sin embargo, cuando estuvieron llenos de Espíritu Santo, fueron traspasados por la verdad del Evangelio de Cristo e impulsados a proclamarlo sin temor. Dieron testimonio del acontecimiento más grande de todos los tiempos: que Dios se ha hecho uno de nosotros, que el divino ha entrado en la historia humana para poder transformarla, y que estamos llamados a empaparnos del amor salvador de Cristo que triunfa sobre el mal y la muerte.
Esta fuerza de lo alto, la gracia del Espíritu Santo, no es algo que podamos merecer o conquistar; podemos sólo recibirla como puro don.
Fortalecida por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una amenaza y por ello destruida. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor les está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad.
El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: él revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Él revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida.
También la Iglesia tiene necesidad de renovación. Tiene necesidad de la fe de ustedes, de su idealismo y su generosidad, para poder ser siempre joven en el Espíritu. La Iglesia Diocesana de Villa María tiene especialmente necesidad del don de los jóvenes, de todos los jóvenes. Déjense llenar del Entusiasmo del Espíritu para ser testigos del Señor con alegría.
Los Apóstoles eran en muchos aspectos personas ordinarias. Nadie podía decir de sí mismo que era el discípulo perfecto. No habían sido capaces de reconocer a Cristo (cf. Lc 24,13-32), tuvieron que avergonzarse de su propia ambición (cf. Lc 22,24-27) e incluso renegaron de él (cf. Lc 22,54-62). Sin embargo, cuando estuvieron llenos de Espíritu Santo, fueron traspasados por la verdad del Evangelio de Cristo e impulsados a proclamarlo sin temor. Dieron testimonio del acontecimiento más grande de todos los tiempos: que Dios se ha hecho uno de nosotros, que el divino ha entrado en la historia humana para poder transformarla, y que estamos llamados a empaparnos del amor salvador de Cristo que triunfa sobre el mal y la muerte.
Esta fuerza de lo alto, la gracia del Espíritu Santo, no es algo que podamos merecer o conquistar; podemos sólo recibirla como puro don.
Fortalecida por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una amenaza y por ello destruida. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor les está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad.
El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: él revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Él revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida.
También la Iglesia tiene necesidad de renovación. Tiene necesidad de la fe de ustedes, de su idealismo y su generosidad, para poder ser siempre joven en el Espíritu. La Iglesia Diocesana de Villa María tiene especialmente necesidad del don de los jóvenes, de todos los jóvenes. Déjense llenar del Entusiasmo del Espíritu para ser testigos del Señor con alegría.
Para compartir: ¿a qué cosas le tenemos miedo a la hora de ser testigos valientes del Señor? ¿Qué hechos concretos podemos hacer en nuestra realidad para vivir esta nueva era de las que nos habla el Papa Benedicto XVI? ¿Qué necesita la Iglesia Diocesana de los jóvenes? ¿Qué estamos dando nosotros en nuestras comunidades parroquiales? ¿´sentimos la fuerza y el entusiasmo del Espíritu Santo? ¿cómo?
TERCERA MARCHA: … DE LA VIDA NUEVA QUE NOS TRAE JESUS
Queridos amigos, la vida no está gobernada por el azar, no es casual. Nuestra existencia personal ha sido querida por Dios, bendecida por él y con un objetivo que se le ha dado (cf. Gn 1,28). La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias, por útiles que pudieran ser. Es una búsqueda de lo verdadero, bueno y hermoso. Precisamente para lograr esto hacemos nuestras opciones, ejercemos nuestra libertad y en esto, es decir, en la verdad, el bien y la belleza, encontramos felicidad y alegría. No se dejen engañar por los que ven en ustedes simplemente consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección en sí misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.
Cristo ofrece más. Es más, ofrece todo. Sólo él, que es la Verdad, puede ser el Camino y, por tanto, también la Vida. Así, el Camino que los Apóstoles llevaron hasta los confines de la tierra es la vida en Cristo. Es la vida de la Iglesia. Y el ingreso en esta vida, en el camino cristiano, es el Bautismo.
Queridos amigos, en casa, en la escuela, en el club, en los lugares diversión, en la parroquia, con los amigos; recuerden que son criaturas nuevas. Cómo cristianos, están en este mundo sabiendo que Dios tiene un rostro humano, Jesucristo, el «camino» que colma todo anhelo humano y la «vida» de la que estamos llamados a dar testimonio, caminando siempre iluminados por su luz
Para compartir: ¿Qué realidades o personas nos engañan proponiéndonos como ideal el tener, el placer por el placer? ¿Creo y acepto que Jesús es el único que me ofrece todo para ser feliz? ¿vivo el testimonio del Señor en la realidad cotidiana? ¿siento alegría de ser amigo de Jesús o es para mi una carga pesada? ¿Qué compromiso concreto asumo para cuando vuelva a casa en orden a ser protagonista y testigo del Evangelio?
Cristo ofrece más. Es más, ofrece todo. Sólo él, que es la Verdad, puede ser el Camino y, por tanto, también la Vida. Así, el Camino que los Apóstoles llevaron hasta los confines de la tierra es la vida en Cristo. Es la vida de la Iglesia. Y el ingreso en esta vida, en el camino cristiano, es el Bautismo.
Queridos amigos, en casa, en la escuela, en el club, en los lugares diversión, en la parroquia, con los amigos; recuerden que son criaturas nuevas. Cómo cristianos, están en este mundo sabiendo que Dios tiene un rostro humano, Jesucristo, el «camino» que colma todo anhelo humano y la «vida» de la que estamos llamados a dar testimonio, caminando siempre iluminados por su luz
Para compartir: ¿Qué realidades o personas nos engañan proponiéndonos como ideal el tener, el placer por el placer? ¿Creo y acepto que Jesús es el único que me ofrece todo para ser feliz? ¿vivo el testimonio del Señor en la realidad cotidiana? ¿siento alegría de ser amigo de Jesús o es para mi una carga pesada? ¿Qué compromiso concreto asumo para cuando vuelva a casa en orden a ser protagonista y testigo del Evangelio?
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